Mandoyo, técnico del equipo de frontenis estaba desesperado. Veía cómo su pareja de jugadores estaba siendo vapuleada por los rivales. El partido estaba en su fase final y la ventaja de los contrarios era notable. Necesitaba que sus chavales hicieran un tanto y así poder pedir un tiempo muerto. Este sólo se puede pedir cuando quien lo solicita tiene el saque.
Por fin, una de las bolas lanzadas por los rivales botó fuera del campo de juego. Se dirigió al árbitro auxiliar: “Tiempo”.
Vió como sus jugadores se acercaron hasta él. Mandoyo les ofreció agua tras dejar unos segundos para que acezaran a gusto. Estaban nerviosos. Les tendió una toalla para que se secaran el sudor. Ellos, con el rostro desencajado por la tensión del mal juego, esperaron a recibir las instrucciones del técnico Mandoyo.
Este, les miró fíjamente a los ojos y con voz potente les dijo: “Joder, entrar ahí y no fallar ni una”. Para que su instrucción quedara clara, la repitió en tono un poco más autoritario y más alto.
El árbitro del encuentro indicó que el tiempo muerto había finalizado y ordenó que los jugadores volvieran a la pista.
Mandoyo no vio cómo su zaguero al darse la vuelta, le hizo una higa descomunal.
Por fin, una de las bolas lanzadas por los rivales botó fuera del campo de juego. Se dirigió al árbitro auxiliar: “Tiempo”.
Vió como sus jugadores se acercaron hasta él. Mandoyo les ofreció agua tras dejar unos segundos para que acezaran a gusto. Estaban nerviosos. Les tendió una toalla para que se secaran el sudor. Ellos, con el rostro desencajado por la tensión del mal juego, esperaron a recibir las instrucciones del técnico Mandoyo.
Este, les miró fíjamente a los ojos y con voz potente les dijo: “Joder, entrar ahí y no fallar ni una”. Para que su instrucción quedara clara, la repitió en tono un poco más autoritario y más alto.
El árbitro del encuentro indicó que el tiempo muerto había finalizado y ordenó que los jugadores volvieran a la pista.
Mandoyo no vio cómo su zaguero al darse la vuelta, le hizo una higa descomunal.