Nuestro bienamado entrenador Mandoyo, está a punto de ser feliz. El partido está igualado. Si el delantero se centrara un poquito la victoria caería de su lado. Su zaguero está seguro, eficiente, potente y viendo el juego con inteligencia. Pero el delantero Yomato, no acaba de cuajar una buena actuación. Mandoyo pide tiempo. "Mira Yomato, quítate un poquito de en medio, deja jugar a tu compañero. Ahora durante unos minutos sólo tienes que pasar la pelota. No te preocupes de hacer nada más" La cabeza de Yomato dice que sí. Está cansado y no puede hablar. Mandoyo, tras el tiempo muerto, se retira de la cancha con cara de satisfacción. La instrucción es correcta, directa, sencilla y fácil de asimilar, tal cual se enseña en los cursos a los que ha asistido por recomendación de su amigo Movilla. Y a poco que hagan caso sus jugadores, este partido cae de su lado. Un punto importante que les permite seguir vivos en la competición.
Yomato, saca. Un tumba. Lo falla. Mandoyo se queda con la boca abierta, mirando al infinito. Saca el contrario, Yomato la juega al aire e intenta una doble pared, que la falla. Mandoyo mira al sol en actitud orante. Vuelven a sacar los contrarios, la devuelve el zaguero, pasan dos o tres pelotazos y Yomato entra en acción. Tanto otra vez para los contrarios. El zaguero de Mandoyo, Pasotó, se enfada con Yomato.
Acaba el partido, 30-28 en contra de Yomato y Pasotó. Mandoyo prefiere no hablar con nadie y se aleja del frontón. A la mierda Ribas, Movilla, y todos sus consejos. Unas lágrimas caen por su rostro. Un espectador se le acerca y le dice: "Qué lástima, si llegan a entrar un par de mates de Yomato, hubiéramos ganado".
Mandoyo aún está en los calabozos de la policia Municipal por agresión a un espectador.