La serie se suele repetir con mucha frecuencia. Hasta el tanto 10, el delantero ha conseguido meter tres buenas dobles paredes. Perfecto. El delantero contrario ni se ha enterado. Eso sí, llega el cuarto
intento: el delantero contrario llega y la pasa. Esto puede ocurrir un par de veces. Entonces, cambiamos la intención. “Como me la ha pasado dos veces, ahora verás,…” y decide apurar más ese remate a doble pared. Entonces se encadenan tres fallos seguidos…, de quien hace los mates. Vienen los temblores de manos, la igualdad en el partido, estamos más cerca del final y se puede perder, en fin empieza todo el batiburrillo mental que suele aparecer en estas ocasiones. Y por tanto, más fallos.
Este jugador será capaz de tirarse de cabeza contra un muro sin darse cuenta de por dónde le ha venido el error. ¡Caray, fíjate que tu contrario se ha puesto más a la derecha! ¡Que está ahí, esperándote! ¡Y que además, te va a rematar haciéndote daño!
¿Qué le ha ocurrido? Pues que no se ha leído este blog y no recuerda que dijimos hace mucho tiempo que para realizar un mate se tienen que dar dos condiciones indispensables: la primera que estés en buena posición para ejecutarlo y la segunda,…., ¡Que el contrario no esté en el sitio a donde tiras la pelota!
Os prometo que esto, que parece bastante sensato, suele ser obviado por muchos jugadores. ¡Caray si se te ha puesto en la doble, tírale algún rincón o crúzale la pelotita! Así le sacas nuevamente de su sitio.
Eso sí, siempre que estés en buena posición. Ah, y que sepas cómo hacerlo,...