La verdad no es absoluta

Acabó el partido y cada uno fue por su lado. El delantero, que tenía la mala costumbre de no ducharse al finalizar estuvo hablando con Mandoyo.

"Es que no he podido entrar en ningún momento. Todas las bolas me pasaban por encima. Mi zaguero no las llevaba más allá del cinco y claro, así no hay quien juegue"

Mandoyo se despidió de su delantero, intranquilo por el hedor que despedía ese hombre y sorprendido frente al comentario que le había hecho. Se quedó en el bar pensando un rato.

Al momento apareció el zaguero. Duchado, afeitado, peinado y aromatizado. Pidieron unas cervezas. No le hizo falta preguntar a Mandoyo. Su zaguero le explicó qeu no quería jugar con ese delantero, que no entraba nunca y que siempre le tocaba a él hacer todos los mates. Si el no atacaba, era imposible ganar un partido. Mandoyo, estaba concentrado en la espuma de la refrescante cerveza. Se contuvo. No quiso discutir.

Mandoyo se quedó solo. Estaba embriagado. No sabía si por las cervezas que había tomado o por el fuerte olor a colonia de deportista que había dejado su zaguero en el ambiente ¿daría positivo en un control de embriaguez?

Pensó que tenía un zaguero muy egoísta, que era capaz de pedir incluso pelotas que iban al dos, que en ningún momento fue capaz de llevar un par de pelotas seguidas al rebote, que se hinchaba como un pavo cada vez que metía un mate y el público aplaudía y que como siempre, perdía. Y en cuanto a su delantero, era inzapaz de ayudar un poco, de jugar una pelota al aire, no sabía situarse en el frontón, y no se movía nunca, ....¡Dios mío, que equipo! En el próximo entrenamiento intentaría por enésima vez inculcar a sus jugadores los principios del frontenis.